Y es en esta última razón en donde encuentro la gran disonancia en el discurso del ciclista moderno. Si pedaleamos por un mejor medioambiente, ¿por qué somos tan "furiosos" en las calles y contaminamos de mala onda?
¿Será que nos pegó la mala onda de los automovilistas y de la ciudad en general? ¿Será que caímos en el tonto juego del ojo por ojo y nos estamos vengando del micrero que nos tira la máquina encima o de la señora con el coche que nos tapa la ciclovía?
Pero claro, no generalicemos. Aún quedan esos ciclistas buena onda. Esos que si te ven con la rueda pinchada paran y te prestan herramientas. Esos que amablemente se bajan de la cleta en las veredas muy transitadas para evitar accidentes con peatones. O esos que incluso detienen el tránsito, ganándose los bocinazos de conductores impacientes, para hacer respetar el paso de cebra y así dejar que por fin cruce la abuelita que llevaba buen rato esperando.
Esos entienden que el respeto al medioambiente también pasa por respetar a los que tienes al lado.
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